Irrúa, el café excelso de norte de Caldas que usted debe probar
Sobre la cordillera Central de Colombia se vislumbra una colcha de retazos verdes y azulados, que desde arriba forma un paisaje vegetal sin igual. Una combinación de ríos serpenteantes, flores, lagos, guaduales, cascadas, árboles y un sin número de vastos cafetales. Este banquete visual es el hogar del café Irrúa, que crece y se enriquece en la antigua tierra de los embera chamí y su familia los carrapas, quienes se asentaron a las orillas del río Chamberí.
“Por eso llamamos Irrúa a nuestro café, en homenaje a la historia caldense y este río que surca a nuestra finca El Ciprés, en Salamina (norte de Caldas) donde las antiguas comunidades de la época precolombina bautizaron a esta zona como el rumor de Chamberí, por el sonido del río al chocar con las piedras”, comenta Luis Felipe Escobar, fundador del café Irrúa.
Este escondite natural fue el centro de sueños al que Luis Felipe Escobar acudía cada vez que quería paz. Justamente, este fue el lugar donde sus anteriores generaciones empezaron a cultivar café para venderlo en pergamino o verde.
Un sueño cafetero
Sin embargo, el aroma húmedo de la tierra entre los cafetales y el silencio roto por las aves llevaron a este soñador a darle algo jamás pensado a sus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos: un café excelso supremo.
“Hace cinco años nadie daba un peso por el café de la finca que tenemos hoy. Me decían que los cafetales no servían, que era culpa de la tierra o de la zona. Pero me negué a creerlo y empecé a trabajar en análisis de muestras, perfilando el café con catadores y en tan solo cinco meses logramos entrar al programa de Nespresso. Eso fue un aliento impresionante para decir: ‘oiga, tenemos algo buenísimo entre manos”, comenta Escobar, quien trabajó como economista durante ocho años y lo dejó todo para perseguir el sueño de ser caficultor.
Contra la corriente
Caficultor y Luis Felipe Escobar en los cafetales de la finca El Ciprés.
¿Quién en su sano juicio deja un trabajo estable por hacerse cargo de una finca cafetera? Fue, tal vez, una de las preguntas que Luis Felipe Escobar se hizo al quedar al frente de 130.000 árboles de café cultivados en 22 hectáreas y darse cuenta que el cultivo no era rentable como se venía trabajando desde hace más de 60 años.
“El primer café que sacamos no nos daba para nada. Era una cosa mal procesada donde juntamos todos los granos sin elegirlos por tamaño, ni densidad. Ahí mis papás dijeron no pierda más el tiempo y dedíquese a lo que sabe hacer. Pero con la constancia, disciplina y apostarle a un sueño, empezamos a convencernos que el café tiene futuro y que siempre tendrá sus riesgos, para bien o para mal”, comenta Escobar.
Martha Ines Soto y Carlos Ricardo Escobar Ortega padres de Luis Felipe y caficultores de toda la vida.
Así fue como poco a poco todo el equipo de Irrúa tecnificó los procesos de selección del grano, con sus debidas curvas de tostión, para alcanzar un café por encima de los 80 puntos y con unas notas chocolatosas, acarameladas, cítricas de naranja y con un retrogusto que perdura en el paladar.
El salto de fe de Irrúa
Sacando la cosecha de variedad castillo y colombia.
Luego de prueba y error, Escobar llegó a una fiesta de cumpleaños con una bolsa de café tostado que no tenía etiqueta, ni mucho menos un registro Invima. Caía la tarde y la luz de la luna iluminaba las casas de Salamina. Un olor a café recién molido perfumaba el aire y se expandía por toda la casa. Los invitados pusieron su vista en la cocina, de la que Escobar salía con una taza para cada uno.
“Todos empezaron a decir: ‘oiga que buen café de exportación’ y yo les dije: ‘¿Verdad que sí? Pues les cuento que es el de nuestra finca’. Nadie en la sala lo podía creer. Paradójicamente, nadie de la familia había probado el café que nosotros producimos hasta ese momento”, relata Escobar.
Desde entonces la familia de Escobar lo apoyó para seguir con el proyecto adelante, y hoy después de cinco años de investigaciones y pruebas de laboratorio, Irrúa es uno de los mejores cafés de Colombia.
Sí es posible erradicar la pobreza a través del café
Recolector del equipo Irrúa café.
Si existe algo en el mundo que no ha permitido que Escobar se rinda en el proceso de producir un café son las 40 familias caficultoras que dependen de la venta de Irrúa Café.
“Estábamos en un mercado donde nosotros no le ganábamos casi nada al café, a pesar del esfuerzo de labrar la tierra. Por eso decidimos reestructurar los esfuerzos y diseñar un modelo de negocio con un precio sostenible y que sea perdurable en el tiempo porque todo esto se trata de dignificar la labor del campo y que los campesinos puedan aspirar a mucho más que la comida del día de mañana”, explica Escobar.
A esta visión se le agrega una nueva forma de relacionarse en el campo. Antes estaba la figura del terrateniente al que no se le podía hablar, ahora está la de un equipo comprometido, que sabe las necesidades de su entorno.
“En el campo te encuentras historias muy fuertes, de campesinos que ni siquiera pueden llegar a trabajar porque no pudieron comer la noche anterior. Son situaciones duras que queremos revertir con café Irrúa”, comenta Escobar.
El apoyo de la Federación y el cuidado ambiental
Bosques de nogales cuidados y preservados.
Además de estudiar barismo en el SENA y obtener el apoyo de su esposa catadora, Luis Felipe contó con el apoyo de Federación, que con sus extensionistas le aconsejaron cómo hacer de sus cafetales una fuente de ingresos rentable y generosa con el tiempo.
“Le agradezco a mi esposa que nunca me dejó rendirme y me instó a estudiar y a mejorar las calidades en todos los procesos, desde el cultivo, hasta el secado. Por otro lado, la Federación Nacional de Cafeteros ha sido un motor para la caficultura de Colombia. Están pendientes de todos los eslabones de la cadena y respaldan a los productores”, dice Escobar.
Por otro lado está la protección de la flora y la fauna silvestre en la que se destaca el bosque de guaduales y el cuidado de las fuentes hídricas de la zona, como el mismísimo río Chamberí.
A esto se le suma la implementación del sistema Ecomil, que reduce en 250.000 metros cúbicos las aguas contaminadas con el mucílago que sueltan los granos de café en su proceso de fermentación.
“También queremos que las personas del sector vean que sí se puede y que tienen respaldo, que se puede tener vida en el campo y a la vez cuidar los bosques y las laderas. Por ejemplo, estamos trabajando para recuperar un nacimiento de agua que rodea a la finca El Ciprés”, explica Escobar.
Una invitación con café Irrúa
Producto final de Irrúa café.
Finalmente, Escobar nos recuerda que el café además de ser un producto de calidad suprema es también una oportunidad de ayudar directamente al campo. Usted puede apoyar a los caficultores comprando café de Colombia en la tienda virtual comprocafedecolombia.com, que Federación tiene a disposición para café Irrúa y los mejores cafés de Colombia.
“Les aseguro que se encontrarán con un producto que está hecho con todo el amor del mundo. Trabajamos día a día con pasión y entrega hasta obtener la mejor taza. Somos unos inquietos que se esfuerzan el doble para llegar al consumidor con un producto 100% caldense”, concluye Escobar.
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